El juego que juegan los pibes. O la búsqueda de sentido (discusiones)

El juego que juegan los pibes. O la búsqueda de sentido
Miguel Burkart Noe y Elina Aguirre

El suicidio de nuestros pibes,
habla de nuestra mezquindad.
(Graffiti)

La semana pasada una noticia estremeció al país, varios adolescentes de entre 13 y 17 años aparecieron muertos en sus casas. El motivo de sus muertes: un juego de asfixia, que según cuentan, cuando sale bien, produce una experiencia de placer muy intenso.
Como suele pasar, una noticia así produjo una pila de declaraciones de los más variados especialistas. El punto común de todas esas declaraciones es que nominan lo sucedido como suicidio adolescente. Ahora, ¿qué consecuencias trae pensar estas muertes cómo suicidios? ¿Es la muerte lo que los pibes buscan con este juego? Si la muerte es lo buscado, ¿para qué el juego?
Si ponemos el ojo en el juego, no podríamos asegurar que los pibes juegan al juego de la asfixia para suicidarse, más bien parece que lo hacen para buscar una experiencia de intensidad vital. Si pensamos que con ese juego los pibes buscan el suicidio, invisibilizamos la búsqueda vital que hay en ese acto, en ese juego.
Decir rápida y sencillamente que los pibes que juegan a este juego no quieren vivir, es desoír su búsqueda, sus preguntas, su intento de darle intensidad -¿sentido?- a sus vidas. El problema no es que no quieran vivir, el problema en todo caso es el modo en que se ven empujados a buscar la vida.
El juego, estrictamente hablando, nos muestra que los pibes quieren vivir. Si se matan jugando, no es porque no tienen coraje para pegarse un tiro y entonces como disimulando se cuelgan de la bufanda, sino justamente por lo que promete el juego de la asfixia: esa experiencia de intensidad, por la que los pibes están dispuestos a arriesgar la vida. Lo que allí empuja es el deseo de vida, no de muerte. Que la muerte sea una de sus posibles consecuencias, no los detiene.
Decodificar esa búsqueda vital como pulsión de muerte nos desvía del problema: el trabajo de darle sentido a nuestras vidas. Darle sentido a la vida no es una tarea individual, personal, es una práctica social, grupal, vincular. Los chicos buscan esos espacios y no los encuentran tan fácilmente. Nuestra responsabilidad, como adultos que intentamos descifrar estas muertes, es escuchar esa búsqueda, esa demanda.

En las noticias de Yahoo del miércoles 16 de junio, Alejandro Rozitchner discute con los argumentos que encuentran en las causas sociales la explicación de la muerte de los pibes; afirma que estas muertes se entienden si las ubicamos en la esfera de lo personal, que no es social, en todo caso sí familiar -los padres (los de estos pibes) tendrían que revisar responsabilidades que prefieren negar, desliza-. Da por supuesto que se trata de suicidio. Y lo explica por la falta de ganas de vivir que el suicidio supone. Recomienda al final: animarse a pedir ayuda.
Una vida sometida a la separación de lo social de lo personal es una vida a la que cada vez se le hace más difícil encontrar su sentido. Los espacios sociales, comunitarios, grupales, donde se crea el sentido/los sentidos de la vida, de nuestras vidas personales, ya no están disponibles, no están de moda; otros, también sociales pero en los que estamos más bien solos, aislados, peleando por conseguir un pedazo de felicidad enlatada, se promueven a diestra y siniestra.
Puede pedir ayuda el que desea suicidarse. Juega, busca, el que quiere encontrar sentido a su vida con otros. Juega, busca, el que quiere salir de la pobre vida personal que le proponen los shoppings. Juega, busca, el que llevando al extremo el apremio, la exigencia de intensidad, nos grita en la cara que esto no da para más.
Tal vez sea más tolerable para todos ver en este juego sólo un intento de suicidio de esos pocos casos individuales (que además seguramente tendrán carencias familiares), que escuchar eso que el juego que juegan los pibes nos grita. Escuchando admitiríamos que ése es también nuestro problema, el de cada uno de nosotros, nuestro problema personal, que es al mismo tiempo tan social.

El texto de Alejandro Rozitchner se puede leer acá.

1 comentario:

Eduardo Smalinsky dijo...

Quiero felicitarlos por el sitio, está muy bueno y me parece aún mejor el promover la discusión.
En cuanto al tema de la búsqueda de sentido, creo que nos sería útil el delimitar aquello que denominamos juego de lo que no lo sería. En el sentido de que el juego es un fenómeno de creación, elaboración y constitución. En ese sentido no todo hacer es jugar. No es lo mismo jugar (qué antiguedad) a policías y ladrones, corriendo, escondiéndose y disparando con un palito, que salir con la bandita de Laferrere a levantar kioscos con un 38 y quedar listo por un itakazo de la bonaerense. Serían dos formas distintas de buscar sentido y de experimentar emociones.
No es lo mismo utlizar la anoxia parcial como una forma sofisticada de erotismo entre adultos, que unos pibes que apenas exploraron y jugaron con su sexualidad, terminen muertos para poder sentir algo.
Pienso que es responsabilidad de los adultos, es decir de lo social, el generar condiciones que sostengan y posibiliten espacios de juego, exploración y crecimiento, que son una alternativa al accionar límite y desesperado de los pibes, que por no poder transitar una infancia y/o adolescencia se precipitan como sobrevivientes que intentan buscar en los límites algún sentido y a veces lo único que encuentran es la muerte.
Retomaría el comentario de Teresa Punta sobre la mirada de los adultos, una mirada sensible, una mirada piadosa, amorosa, que cuide y posibilite el juego y exploración en búsqueda de sentido.
Creo que ése es uno de los desafíos y uno de los problemas con que tenemos que lidiar.
Los vuelvo a felicitar por el espacio y les deseo mucha suerte.
También espero que podamos seguir dialogando.
Eduardo Smalinsky