Pura suerte. Pedagogía mutante (lecturas)


A fines del año pasado, salió este libro atrevido, como dicen los pibes, que les recomendamos fervientemente. Co-editado por Tinta limón y Barrilete Cósmico, con unas fotos buenísimas que tan bien acompañan los relatos y las ideas.

Para que vayan pispiando y se entusiasmen, compartimos aquí algunos fragmentos de:

Pura suerte
Pedagogía mutante. Territorio, encuentro y tiempo desquiciado

De Barrilete Cósmico, Silvia Duschatzky y Diego Sztulwark

Estar ahí
No salimos a buscar a los pibes para llevarlos a algún lado, al centro de día o a cualquier otro. No nos corremos de la calle para construir el encuentro. Vamos creando el territorio para encontrarnos y lo creamos juntos, permaneciendo. Y cuando nos vamos se disolvió. La presencia marca el encuentro.
Presencia cuyos ribetes desbordan la sola visibilidad de cuerpos en un espacio. Presencia como inquietud, presencia como vulnerabilidad afectada, presencia como la pregunta que no cesa, presencia como complicidad. Presencia del alma, del deseo, de la escucha, del errar-errante. Presencia, es decir, un modo de tomarse en serio el estar ahí.
La presencia crea. Hay una creación previa y una creación simultanea. La previa es equivalente a una suerte de disposición callejera. Es estar ahí no a la espera pero atentos a los que podrían interesarse en nuestras presencias. Luego esa creación toma otros colores, otras intensidades, gana en una materialidad de encuentros. A lo mejor quede una huella mutando en los pibes.

Paciencia y disciplina
Lo que para las instituciones puede ser interferencia -por eso también la impronta del encierro- (ruidos ambiente, información callejera, estilos no amasados en la vida institucional), para nosotros es parte del material del encuentro. En la calle donde todo aparece como disperso, caótico, amenazante, se plantea un micro territorio de acercamientos, deseos, preguntas. Algo adviene allí donde todo parecía violento, temible, inerte. No se trata del colorido exótico que se exhibe en las periferias, mucho menos de una estetización de la calle. La calle es otro modo de decir anónimo. De ser unos más entre todos los demás. De no creerse imprescindibles para los pibes... todo lo que circula puede nutrir y también lastimar... pero será ahí en el medio de lo que exista donde desarrollaremos las argucias para tomar o dejar, quedarse o fugar, aprovechar o adormecerse, experimentar o evitar.
Buscar los atajos, juntar en la mochila juegos de todo tipo, comprar una tortilla entre todos, tomar unos mates, ir a ver qué pasa a la estación. Estar.
No hay diseño de rutinas, sino entrenamiento para la improvisación. Armamos lo que dé, lo que se pueda, propuestas singulares, originadas una a una, experiencias sin modelo que requieren de una esforzada creatividad e imaginación. Nunca hacemos planificaciones, sería realmente imposible hacerlas. Un par de veces quisimos proyectar en nuestras cabezas alguna actividad pero los pibes, el azar, el clima o alguna eventualidad lo impidió. No planificamos, pero estamos preparados, atentos y dispuestos. Hay una disponibilidad callejera que se va desarrollando, que se entrena cada día; no planificamos pero somos pacientes y disciplinados para construir el lugar, para posibilitar el encuentro, para que pase algo. No se trata de sostener con el cuerpo militante una práctica, se trata de estar ahí. Paciencia y disciplina nos decimos muchas veces cuando estamos solos y solas; paciencia y disciplina para no frustrarse cuando nadie aparece, cuando no pasa nada. Paciencia y disciplina para no salir compulsivos a buscar niños callejeros y someterlos a nuestras expectativas. Paciencia y disciplina para seguir sosteniendo el lugar.
La paciencia no es espera esperanzadora, la paciencia se torna calma observante, confianza en el movimiento de las cosas. La disciplina como capacidad de sostener una presencia que prueba, analiza, experimenta, extrae señales que se procesan y multiplica su poder.

Fabular el mundo
La docencia y aún la militancia fueron atravesadas por la gesta civilizatoria, emancipatoria, ciudadana. Educar ha estado unido a una épica finalista. Los encuentros de los que hablamos no prometen futuros venturosos, no prometen, no proyectan metas. Los pibes y pibas que venden, que laburan en los trenes, mantienen ya una relación directa con el mundo y con la economía informal. En sus nervios hay muchos mensajes urgentes y simples del futuro. Este es su mundo, y lo que se busca no es “resolver” esta situación, sino replantear el modo en que se presentan las cosas, ampliar estrategias, aliarse a ellos para multiplicar comprensiones y posibilidades. Encontrarnos.
No se trata de cambiar las cosas, como sí de descubrir nuestro poder de imprimir nuevas realidades al mundo. Humor, ficción, experimentación y goce. El desencanto con las retóricas “transformadoras” no afecta necesariamente la posibilidad de una efectividad fabulante en el encuentro con los pibes y pibas.


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