Las lecturas que sí saben hacer (discusiones)

Hace apenas unas semanas, el diario Radar publicó una nota de Guillermo Saccomanno donde el escritor relata una experiencia propia en una escuela del conurbano bonaerense, y como un reguero de pólvora la nota circuló a través de cadenas de mails entre muchos de nosotros. El relato de Saccomanno nos interpeló. Y sus ideas nos dieron que hablar. No es fácil que en estas épocas un texto haga hablar, hablar: no como una repetición de fórmulas vacías sino como la producción de ideas forjadas al calor de una vivencia, de palabras cargadas de afecto y con capacidad de afectar.
Saccomanno, con su relato, nos hizo pensar, discutir, dialogar. Y eso tiene un valor en sí mismo. El texto que sigue, escrito por Teresa Punta, nació de esos intercambios. Y propone una mirada -de los chicos, de los adultos que trabajamos o pasamos por la escuela, y de la escuela misma- distinta a la del escritor.
Les recomendamos la lectura del texto de Saccomanno para entrar en el diálogo. La nota se abrirá haciendo clik acá.


Las lecturas que sí saben hacer
Por Teresa Punta*

¿Será posible pensar la escuela como el espacio en el que encontrarse con los chicos sea la tarea? ¿Podremos imaginarnos un encuentro con ellos novedoso del todo, ir a él sin supuestos, sin “saberes” sobre sus vidas y sus historias, desnudos de nuestras verdades absolutas para ponernos “a su alcance”?
Me gusta pensar la escuela desde ahí… no desde el lugar en que los pibes deben aprender a leer y escribir convencida de que con esto se van a “salvar”, sino desde la escuela como el lugar en el que “podemos” encontrarnos con los pibes.
Y no es que podamos encontrarnos con los pibes en la escuela porque estamos “sólidamente formados” para producir ese encuentro ni porque la escuela sea la institución que lo asegura… sino básicamente porque los pibes están ahí… fumados o no, borrachos o no, golpeados o no, prostituidos o no… los chicos están en la escuela varias horas de varios días a la semana.
Y están en la escuela esperando de nosotros el gesto de aproximación que les debemos… si no podemos hacerlo desde la carne, hagámoslo simplemente porque es el laburo por el cual cobramos. Seamos lo que seamos. Escritores, maestros, asistentes sociales o… la tarea a desarrollar es la de mirar a los chicos… verlos en su real realidad… y componernos con ellos.
Muchos pibes del conurbano… o de algunas escuelas de otras provincias, otros parajes, también argentinos… vienen sí, entre otras cosas, de la pobreza, de la violencia, de la droga, del alcohol… entre otras cosas… también vienen del amor… no todo es violencia… y no todo es baile del caño en las charlas de las salas de profesores…
Como en las redacciones de los diarios, como en las editoriales o en las guardias de los hospitales… hay otras cosas… que tal vez no pueden ser vistas “en una pasadita” por más “formidable” que nos parezca una movida ministerial… los maestros, los adultos que estamos en la escuela para acercarnos a los chicos con libros, con tazas de leche, con sumas y restas, debemos primero hacer un contacto visual con ellos… darles una mirada…
Esa mirada requiere de un “entrenamiento” que no es intelectual… ese entrenamiento es el que nos permite verlos “de pronto tímidos, de pronto niños…”… es el que nos abre la inmensa posibilidad de registrarlos también de pronto bellos, de pronto lúcidos, de pronto profundos, de pronto amables (susceptibles de ser amados), de pronto hermosos, de pronto ricos, de pronto cálidos, de pronto héroes, de pronto genios, de pronto tibios, de pronto blandos…
Todo eso a cambio de que nosotros, de pronto seamos capaces de mirarlos… y no de “sacarlos afuera” (con o sin “permiso” de la profesora), ni amenazarlos…
A mí me encantaría parecerme en algo a los pibes del conurbano, o del puerto, o de la villa… drogados y todo, prostituidos y todo, borrachos y todo… me encantaría parecerme a ellos en las lecturas que sí saben hacer… del mundo, y de las gentes, y de los vínculos, y de las fidelidades…
“Implicarse” es mucho más que ir a leerles un cuento… “componerse” pide una “lectura” del otro… y a veces nosotros tampoco sabemos leer…
Las imágenes que portamos sobre “lo que tiene que pasar”… nos dejan pedaleando en el aire muchas veces… por eso es mejor aprender a leerlos, que ir con el libreto bien aprendido…
A mí me parece que ahí donde no pasa lo que estamos esperando que pase… hay posibilidad de abrir… “espantarse” cierra… y cerrar es la muerte… a veces metafórica… (para nosotros) y otras veces (para los chicos) “literal”.
Hace mucho aprendí, por una situación personal, algo sobre los injertos de piel. Los injertos se hacen con la propia piel. Te quitan de alguna parte del cuerpo rectángulos de piel y los pasan por una máquina que la afina y le hace unos cortes simétricos. Así, al estirar ese trozo de piel, se abre como una especie de malla y tiene una capacidad cubritiva mayor. Esto se hace porque si la carne sin piel tiene una superficie muy amplia, no se vuelve a cubrir sola… porque parece que la piel crece por una especie de “atracción” entre una orilla y la otra.
Esta imagen me ayuda a pensar cómo “construir confianza”. Me parece que para que algo se construya ahí, debe haber una mínima cercanía… una cierta proximidad que permita “verse”, que nos pongamos tan cerquita como haga falta para que algo, alguito al menos, de esa otra orilla nos atraiga y nos nombre… y crezca piel entre medio… no materia gris… piel…
Suele sucedernos, que en los momentos de perplejidad y desconcierto, aparece la necesidad de volver a las solideces… necesitamos hacer pie en algo que nos brindó seguridad en algún momento… necesitamos de la escuela que enseña a leer y a escribir, necesitamos que saber leer y escribir nos salve, necesitamos que los chicos “nos hagan” caso, necesitamos “amenazarlos” con sacarlos afuera de un espacio al que tenemos la obligación de “traerlos adentro”… y en el que a ellos igual, no les agrada estar…
Pero me parece que si tomamos esos mismos estados de perplejidad y desconcierto como nuestros “convivientes” en la escuela… sea cual sea nuestra cualidad de transeúntes por ella… podremos prodigarles a los chicos un cuidado, que les debemos, y que les brinde la posibilidad de confiar en nosotros…
Y entonces, quizás… todos “sabremos leer” y no moriremos tan fácilmente… de cualquier tipo de muerte…

*Teresa Punta es maestra, directora de escuela, madre, tejedora… Pero por sobre todo es creadora de otros mundos posibles. Vive en Trelew, Chubut.

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