Caperucita y el lobo (cuento infantil)

Inaugurando una nueva serie de Imperdibles, en la que compartiremos con ustedes cuentos, relatos, poesías e historias para niños, los invitamos a leer esta descomunal versión de Caperucita y el lobo de Roald Dahl (de su libro Cuentos en verso para niños perversos).
Esperamos que lo disfruten y lo compartan!

Caperucita Roja y el lobo

Estando una mañana haciendo el bobo le entró un hambre espantosa al Señor Lobo, así que, para echarse algo a la muela, se fue corriendo a la casa de la Abuela.
“¿Puedo pasar, Señora?”, preguntó. La pobre anciana, al verlo, se asustó
Pensando: “¡Éste me come de un bocado!”.
Y, claro, no se había equivocado: se convirtió la Abuela en alimento
en menos tiempo del que aquí te cuento.
Lo malo es que era flaca y tan huesuda que al Lobo no le fue de gran ayuda:
“Sigo con un hambre aterrador:
¡Tendré que merendarme otra señora!”.
Y, al no encontrar ninguna en la nevera, gruñó con impaciencia aquella fiera:
“¡Esperaré sentado hasta que vuelva Caperucita Roja de la Selva!” -que así llamaba al Bosque la alimaña, creyéndose en Brasil y no en España-.
Y porque no se viera su fiereza, se disfrazó de abuela con presteza,
se dio laca en la uñas y en el pelo, se puso la gran falda gris de vuelo, zapatos, sombrerito, una chaqueta y se sentó en espera de la nieta.
Llegó por fin Caperu a mediodía y dijo:
“¿Cómo estás, abuelita mía? Por cierto, ¡me impresionan tus orejas!”.
“Para mejor oírte, que las viejas somos un poco sordas”.
“¡Abuelita, qué ojos tan grandes tienes!”.
“Claro, hijita, son las lentillas nuevas que me ha puesto para que pueda verte Don Ernesto el oculista”, dijo el animal mirándola con gesto angelical mientras se le ocurría que la chica iba a saberle mil veces más rica que el rancho precedente. De repente Caperucita dijo:
“¡Qué imponente abrigo de piel llevas este invierno!”.
El lobo, estupefacto, dijo: “¡Un cuerno! O no sabes el cuento o tú me mientes:
¡Ahora te toca hablarme de mis dientes! ¿Me estás tomando el pelo...? Oye, mocosa, te comeré ahora mismo y a otra cosa”.
Pero ella se sentó en un canapé y se sacó un revólver del corsé, con calma apuntó bien a la cabeza y -¡pam!- allí cayó la buena pieza.

Al poco tiempo vi a Caperucita cruzando por el Bosque... ¡Pobrecita! ¿Sabéis lo que llevaba la infeliz? Pues nada menos que un sobrepelliz que a mí me pareció de piel de un lobo que estuvo una mañana haciendo el bobo.


Roald Dahl nació en Cardiff, la capital de Gales, en 1916. Fue explorador, vendedor para la Shell y aviador en la Segunda Guerra Mundial. Más tarde, cuando lo enviaron a EEUU comenzó a escribir, primero, relatos sobre la guerra y sus días de aviador, y luego novelas y cuentos para grandes y chicos. También hizo guiones para cine y televisión. Muchos de sus relatos fueron llevados a la pantalla grande. Entre ellos Charlie y la fábrica de chocolate, una de sus novelas más populares. Se casó, tuvo muchos hijos. Falleció a los 74 años en Oxford.

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